Como la propia palabra sugiere, el capital natural se refiere al conjunto de bienes y servicios que proporciona la biodiversidad. Pero, si hablamos de capital, ¿deberíamos ponerle un valor? Y si es así, ¿cómo lo medimos?
Los recursos naturales, desde el agua hasta la tierra o los organismos vivos, son una parte crucial de nuestra economía y sustento. Sin embargo, durante demasiado tiempo hemos puesto en peligro gran parte de la biodiversidad del mundo, creando algunas consecuencias irreversibles.
Es en este contexto que comenzamos a preguntarnos cómo podemos protegerlo de la manera que se merece, así como la forma en que necesitamos para nuestro propio futuro. En otras palabras, ¿cómo podemos valorarlo adecuadamente? ¿Podemos ponerle precio? ¿Deberíamos ponerle precio?
El capital natural en la economía
Casi por definición, necesitamos hablar sobre el papel que juega el capital natural dentro de la economía mundial, para entender de qué estamos hablando en realidad y qué es lo que necesitamos proteger desesperadamente.
En este sentido, tenemos que hablar del capital natural desde dos perspectivas distintas: la relación entre el capital natural y los gobiernos, y el papel de las empresas en la valoración y protección del capital natural.
Desde un punto de vista administrativo o gubernamental, proteger y diseñar un uso sostenible del capital natural debería ser indiscutible.
Simplemente tiene sentido evaluar los recursos naturales de un país o región para desarrollar actividades económicas o sociales en consecuencia; esto es, de una forma respetuosa, sostenible, que previene riesgos, y que, en definitiva, puede ser disfrutada y celebrada por las personas.
Otro punto clave a discutir es el de la relación entre el capital natural y las empresas. Estos últimos no pueden eludir su responsabilidad con la naturaleza, ya que o bien dependen de manera alta y directa del capital natural, o bien tienen un enorme potencial para dañar o proteger la biodiversidad.
Además, estas relaciones complejas pueden superponerse, lo que significa que las empresas deben considerar el capital natural como una prioridad máxima, ya que su degradación puede afectar a sus ganancias, su reputación y la credibilidad de su gobierno corporativo.
¿Podemos medir el valor del capital natural?
Esta es una pregunta difícil que en su mayor parte aún está pendiente de respuesta. ¿Cómo podemos valorar o medir el valor del capital natural? Para algunos, parece bastante descabellado ponerle un precio, pero en términos de nuestro sistema económico, casi se siente necesario hacerlo.
Podemos entender el valor del capital natural como el del mercado. Es decir, un árbol vale tanto como la madera o el papel que pueda llegar a producir. Pero sería ingenuo sugerir que eso es todo para lo que sirve un árbol.
Los árboles ayudan a mantener limpio el aire, son cruciales para capturar carbono en la atmósfera, son el hogar de muchas criaturas y organismos vivos, y son una fuente de disfrute para muchas personas. Entonces la pregunta sigue siendo, ¿podemos medir el valor de todo esto?
Algunos expertos sugieren que, de hecho, es posible ponerle un valor, siempre que encontremos una forma de cuantificar su valor, no solo para el mercado, sino también para la sociedad, el planeta y su sustento. Y aunque algunos aspectos de la naturaleza son difíciles o incluso imposibles de cuantificar, los elementos biofísicos podrían darnos una respuesta.
El problema del valor económico del capital natural
Desafortunadamente, sentarse bajo la sombra de un árbol y admirar un bosque está lejos de ser valorado o medido de forma cuantificable. Pero, siguiendo lo que acabamos de analizar, parece haber una forma bastante precisa de medir el valor económico del capital natural.
El primer paso es transformar las métricas biofísicas en valor económico. Por ejemplo, el uso del agua, la capacidad de captura de carbono, el CO2 lanzado a la atmósfera, otros servicios que puede proporcionar un ecosistema determinado, etc.
Entonces te preguntarás, cuál es el problema. Bueno, como la mayoría de las cosas en el mundo de la sostenibilidad, existe una falta de datos, en particular, datos económicos.
Esto último se deriva de la falta de herramientas, mecanismos y metodologías estandarizadas para medir o cuantificar los elementos biofísicos que mencionamos anteriormente.
Sensibilización sobre el capital natural
La conclusión es que medir el valor del capital natural debe ser parte de nuestro deber con el medio ambiente, la sociedad y la economía. Pero a medida que encontramos nuestro camino hacia esos mecanismos estandarizados que pueden ayudarnos a evaluar lo que tenemos frente a nosotros, todavía hay acciones que podemos tomar para acelerar el proceso.
Crear conciencia sobre el valor de nuestra biodiversidad y recursos naturales es crucial para el avance de regulaciones, políticas e incluso metodologías cuantificables que podrían poner fin a la explotación natural imprudente y peligrosa.
Este es el momento perfecto para poner el capital natural en el centro de las discusiones y darle la plataforma y la atención que necesita. Los esfuerzos de protección y conservación podrían tener muchos más matices y ayudar a restaurar nuestro planeta para el bienestar de las generaciones futuras.
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