El concepto de ESG (ASG) se ha apoderado rápidamente de nuestro vocabulario y conocimiento sostenible, pero su popularidad no se traduce en su simplicidad; de hecho, comprender las complejidades del ESG es clave para la inversión y los informes no financieros responsables.
Todos estamos familiarizados con el concepto de ESG, que se refiere a los diferentes factores ambientales, sociales y de gobierno que impactan en el mundo corporativo y financiero, y viceversa.
De hecho, dada la peligrosa tendencia actual a la degradación ambiental y las desigualdades sociales, el mundo necesita desesperadamente un sistema de calificación sólido que asegure a los inversores, las empresas y la sociedad que el impacto positivo que están creando es bueno y fiable. Aquí es precisamente donde entra el ESG.
Sin embargo, las consecuencias ambientales, sociales y económicas de nuestro sistema y modelos comerciales actuales han cambiado tan rápido en los últimos años, que los datos más recientes parecen retratar una imagen de los criterios ESG que está demasiado lejos del tipo de responsabilidad social corporativa y sostenibilidad que el mundo necesita hoy.
Es por eso que queríamos entender lo que realmente implica el ESG, o más específicamente, cuál es el propósito de este último, y contrastarlo con la comprensión y el tratamiento actual de ESG en el mercado.
El actual estado de los criterios ESG
Los criterios ESG nacen bajo la premisa de hacer el bien, ayudando a identificar los diferentes factores en los que una empresa puede tener un impacto positivo o negativo. Se entiende incluso como una herramienta para mejorar la sociedad y desarrollar los intereses de la misma.
La idea de pronto se convirtió en la respuesta a uno dilemas de nuestro siglo, el conflicto entre las entidades privadas, la sociedad y el medioambiente, ya que ponía en evidencia una opción viable para enriquecer a inversores, generar beneficios económicos en el corto y largo plazo y cuidar del planeta, todo ello al mismo tiempo.
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De hecho, durante la crisis sanitaria se evidenciaron claramente los beneficios que disfrutaban las empresas con buen gobierno y políticas de responsabilidad social y ambiental, a diferencia de aquellas que se encontraron con poca o ninguna protección frente a tales riesgos, especialmente en el ámbito social o de recursos humanos.
El resultado fue un aumento rápido en el flujo de dinero a través de los fondos ESG, lo que convirtió a la pandemia en un punto de inflexión para las empresas y los inversores que cada vez más, y casi inevitablemente, reconocían los beneficios y la necesidad de ser social y ambientalmente conscientes en sus prácticas.
La inescapable realidad actual es que los inversores y grupos de interés requieren de mejores revelaciones en términos sociales, ambientales y de gobernanza para ayudarles a tomar mejores decisiones que aporten mayor valor. En este mismo contexto, los consumidores, de la misma manera que los inversores, quieren entender el impacto que tienen sus decisiones en el planeta; además, los empleados también demandan mayor entendimiento del tipo de empresa para la que trabajan, queriendo trabajar para empresas que ayuden a impulsar el cambio hacia comunidades más igualitarias y sostenibles.
Minimizando el potencial
Resultó que un crecimiento tan rápido de ESG no es necesariamente tan beneficioso para la causa que en realidad está tratando de mejorar, ya que muchos ya temen el ecosistema ESG rápido pero aún inmaduro; dejando que los inversores y la sociedad confíen únicamente en el mundo corporativo y, por lo tanto, frenando el camino necesario para inversiones más verdes y una sociedad sostenible.
En este artículo queremos abordar dos de los principales problemas que obstruyen actualmente el camino hacia unos criterios ESG más fiables, así como una inversión mejor informada, tal y como explica el Stanford Social Innovation Review:
- Por una parte, parece que los criterios ESG contienen más implicaciones económicas que sociales, ambientales y de gobernanza. Las clasificaciones actuales tienden a medir el grado de riesgo en el que el valor económico de una empresa se encuentra debido a factores ESG; esto es, una empresa puede ser una gran fuente de contaminación pero aún así tener clasificaciones ESG favorables por ser capaces de gestionar su comportamiento contaminante sin que sea una amenaza para el valor financiero de la organización en cuestión.
- Por otro lado, a veces se ponen pesos diferentes en cada factor ESG, pero el resultado es un compendio de todo ello, lo cual puede llegar a distorsionar la realidad de una empresa. El problema radica en las inconsistencias y las variabilidades entre las calificaciones que permiten que las empresas obtengan puntuaciones ESG altas incluso cuando son perjudiciales para uno o más factores o partes interesadas. Cuando el principal propósito de un negocio es de por sí dañino, hacer el bien en otros parámetros no debería servir como ‘’tapadera’’.
El sacrificio de rectificar
Rectificar estos errores requeriría de un sistema de clasificación totalmente nuevo y que mida de manera más precisa los costes humanos y ambientales de los fallos de mercado como por ejemplo los monopolios, la competencia limitada, las prácticas dañinas que afectan a terceros partidos o los daños medioambientales. De esta manera, las empresas no conseguirían altas puntuaciones mientras afecten negativamente a ciertos factores o causen un impacto significativamente negativo en la sociedad o el medio ambiente.
El estado actual de degradación ambiental y desigualdades sociales necesita con urgencia un cambio en la mentalidad de «crecimiento a toda costa» que ha dominado el mercado durante tantos años y que, aunque está perdiendo fuerza lentamente, todavía parece socavar significativamente el desarrollo sostenible.
Para impulsar un cambio ESG real, es posible que las empresas tengan que sacrificar puntuaciones de informes altos a corto plazo al establecer respuestas rápidas a problemas tan grandes y, en cambio, enfocarse en hacer el bien e impulsar estándares de informes nuevos y más confiables que puedan reemplazar las métricas ambiguas actuales por un sistema de informes más sostenible y confiable.
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Involucra a los empleados en la estrategia ESG
La sostenibilidad no puede ser un asunto de un solo departamento o una sola política, y solo será efectiva y productiva cuando la integremos en toda la empresa. Lo cual significa que nuestra estrategia sostenible no puede prosperar si no está en el centro del trabajo y el propósito cotidianos de los empleados.
¿Cómo podemos tomar medidas para involucrar a las personas en todos los niveles de la empresa en la estrategia de sostenibilidad?
En DoGood creemos que trabajar colectivamente puede ayudarnos a encontrar aquello que por sí solo puede parecer inalcanzable o sin importancia. Por eso pensamos que el lugar de trabajo es el entorno perfecto para encontrar ese afán colectivo de marcar la diferencia, tanto por la sostenibilidad y propósito de la empresa como por una forma de ser más sostenible para todos los empleados.