La acción climática es innegablemente urgente, se siguen intensificando los efectos del cambio climático y la creciente degradación ambiental que provoca daños irreparables en nuestros ecosistemas y biodiversidad, afectando así negativamente al bienestar y el sustento social.
La urgencia y la complejidad del problema hace de las acciones multilaterales el único tipo de acciones que pueden ayudar a paliar los efectos del cambio climático y conducirnos hacia un futuro más sostenible. En este sentido, las empresas son (o deberían ser) parte de los acuerdos, iniciativas y estrategias internacionales a la hora de marcarse objetivos climáticos.
Contra el greenwashing
Mientras los diferentes grupos de interés han ayudado a acelerar las promesas de acción climática de las empresas, la falta de comportamientos coordinados y medidas regulatorias en la lucha contra el cambio climático hace que aún sea difícil distinguir entre acciones de liderazgo climático reales y el greenwashing.
El último informe del Monitor de Responsabilidad Climática Corporativa apunta exactamente a este problema, analizando varias multinacionales relevantes, sus promesas climáticas y el grado en el que estas últimas son realmente eficientes a la hora de liderar la responsabilidad climática corporativa o si simplemente constituyen campañas de marketing sofisticadas. El análisis se centra en la integridad y la transparencia de la relación entre promesas y acciones.
Los resultados, sin embargo, son algo frustrantes, ya que representan un escenario vago en precisión de las promesas climáticas en contraste con las acciones que las siguen. De las 25 multinacionales evaluadas en el informe, ninguna de ellas consigue llegar un nivel de integridad alta, y tan solo tres de ellas llegan a un nivel razonable de integridad; lo cual significa que las promesas y garantías de neutralidad de carbono o emisiones netas cero, en su mayor parte, caen en saco roto justo cuando más esenciales son.
¿Por qué necesitamos el liderazgo de las empresas para la acción climática?
Con la creciente tendencia de greenwashing que inyecta falsas esperanzas en la sociedad civil, es fácil pensar que quizás estemos equivocándose de actor a la hora de buscar liderazgo en la lucha contra el cambio climático, pero hay un argumento importante a favor del liderazgo climático corporativo.
En primer lugar, no podemos obviar el hecho de que las empresas son, a día de hoy, los actores/instituciones con más credibilidad entre las personas, incluso por delante de gobiernos, ONGs y medios de comunicación. Pero aún más importante, la mitigación del cambio climático depende en gran medida de la innovación, y las empresas juegan un papel central en la consecución de nuevas soluciones para la descarbonización.
Y aunque tanto los grupos de interés como los accionistas tienen una tremenda influencia en las acciones que necesitan llevarse a cabo, y de hecho han sido una importante figura para guiar la responsabilidad climática corporativa, los reguladores no pueden depender tan sólo de esto para tomar acciones. En cambio, deberían aplicar mayor escrutinio y responsabilidad a las empresas por sus promesas y acciones, ayudando a distinguir entre el liderazgo climático real y el greenwashing y procurando acelerar la descarbonización.
Buenas prácticas
La creciente información y evidencia científica apunta a daños irreversibles y consecuencias catastróficas a causa de la inacción, con lo que aquello que constituyen buenas prácticas empresariales ha cambiado rápidamente. Desde el Acuerdo de París, donde se establecieron objetivos como limitar el incremento de la temperatura global a 1.5ºC, conseguir la neutralidad de carbono en el año 2050, o la neutralidad de emisiones de gases de efecto invernadero entre 2060 y 2070, las empresas no parecen estar haciendo lo suficiente para alcanzar dichos objetivos.
Por ejemplo, ya no podemos considerar la compensación de emisiones en otras regiones del mundo como una buena práctica si esta no se combina con la reducción de emisiones de la propia compañía. El Monitor de Responsabilidad Climática Corporativa nos acerca a cuatro etapas de la reducción de emisiones y la divulgación de información en este sentido que ayudan a impulsar la presión social de consumidores y accionistas gracias a la transparencia, y que se alinean con los objetivos y esfuerzos internacionales por la descarbonización.
- Seguimiento y divulgación de emisiones: Una estrategia climática robusta es transparente, ya que esta es la única manera de llegar a entender cuáles y cómo son nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y la huella que estas dejan y pueden llegar a dejar a largo plazo. Una buena práctica incluye tanto la divulgación de las emisiones como el desglose de los diferentes tipos de emisiones.
- Establecer objetivos específicos: Tanto las promesas como las acciones climáticas deberían dirigirse hacia objetivos concretos que se comprometan a la descarbonización de manera clara, es decir, que no puedan llevar a confusiones o afirmaciones engañosas para consumidores, accionistas y reguladores. Entre las buenas prácticas se incluye la reducción de emisiones independientemente de las prácticas de compensación.
- Reducir emisiones: Implementar medidas más fuertes de reducción y descarbonización y divulgar tales prácticas con el fin de ayudar a otros a replicarlas o a identificar mejores soluciones. Las buenas prácticas incluyen el uso de fuentes de energía renovables.
- Contribuciones y compensación: El liderazgo climático se caracteriza no sólo por objetivos ambiciosos de reducción de emisiones, si no también por la responsabilidad que se toma de aquellas no disminuidas. Entre las buenas prácticas se incluye la financiación de iniciativas de descarbonización fuera de la cadena de valor de la empresa sin atribuir dichos resultados a las propias emisiones de la compañía.
Transparencia, integridad e involucración
El Monitor de Responsabilidad Climática Corporativa se centra en la transparencia y la integridad como señales clave de acción climática que ayuda claramente a diferenciar entre el greenwashing y las promesas exageradas de acción por el clima que no concuerdan con las prácticas de responsabilidad y sostenibilidad de la empresa.
Nosotros también creemos que la transparencia es uno de los valores clave que deberían guiar la lucha contra el cambio climático, ya que esta es la única manera de entender qué es lo que hacemos mal, qué hacemos bien y que no estamos haciendo aún.
Porque ser transparente no es solo una externalidad de las empresas u organizaciones para ayudar a crear confianza y reputación; es también un mecanismo brillante de aprendizaje y mejora continua. No podemos gestionar aquello que no entendemos. Y es por ello que abogamos por la transparencia, la integridad y la precisión como imperativos de la lucha climática.
En DoGood estamos convencidos de la necesidad de entender y gestionar los esfuerzos por conseguir una transición sostenible dentro de las organizaciones para el correcto y eficiente funcionamiento de las mismas. Nosotros solos no podemos conseguir los grandes cambios necesarios, pero trabajamos en base a la colaboración, la transparencia y la precisión para poder dar luz a las acciones sostenibles.
En este sentido, es esencial para nuestro trabajo promover el buen gobierno corporativoesto es, seguir con rigor todos los procesos de divulgación y transparencia para proveer a reguladores, accionistas y al público en general de la información más precisa acerca de los aspectos financieros, operacionales y de otros aspectos de la compañía, incluyendo una definición más exacta del rendimiento ESG.
Hemos desarrollado una herramienta de gobierno corporativo que ayude a establecer objetivos de impacto ESG para los empleados en lo que respecta a la estrategia de sostenibilidad de la empresa. Mediante nuestra tecnología somos capaces de activar y trazar el impacto de los empleados ayudando a crear mayor involucración, mejores métricas ESG, valor reputacional y un impacto positivo para el planeta y la sociedad.
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